“Dio taglia 60 es muchas cosas: es la primera persona tatuada que he visto en mi vida, un ex preso que estaba de bañista en la piscina comunal a donde yo me iba en verano. Es el título de un cuento y del libro, porque está todo allí: la provincia, los tatuajes, las corrupciones de la política, los recuerdos de mi infancia...”
SA: Hola Gianluca, te invito a presentarte a los lectores de SuccoAcido.
GM: Hay muy poco que decir. Tengo poco más de treinta años y tengo nada más que discos, CDs y libros. Resisto en la provincia de Caserta y trato de criar a un hijo.
SA: Por lo que se refiere a tu elección de quedarte viviendo en Caserta, tú dices en Vomitare Caserta: «Me he quedado porque las raíces no se eligen, así como no se eligen a los padres. Me he quedado porque mis raíces ahondan en el vientre de tu tierra deformada y llena de barro: delgadas, débiles, pero bastante profundas como para impedirme ir a otro lugar». ¿De qué está hecho este vínculo?
GM: La relación que tengo con Caserta es una relación conflictual en continua evolución. Cuando era adolescente habría trocado Caserta por cualquier otro lugar en el mundo que me pareciera sólo un poco más vivible. Se trataba de odio en estado puro. Con el tiempo, enfrentándome con otras realidades, me he dado cuenta que nuestro equilibrio no depende sólo del lugar en donde vivimos. La gente continua matándose también en lugares mucho más evolucionados del lugar en donde yo vivo. Claro, es indudable que aquí hay situaciones de deterioro muy pesadas y difíciles por gestionar. En el párrafo que tú citas, la relación con la familia no es casual: se trata de cuestionar el modelo de tu educación, de encontrar la fuerza y la valentía para resolverlo, subvertirlo y superarlo. Si no lo haces, hay el riesgo concreto que lo repitas un número infinito de veces. Los vínculos de todas formas se quedan siempre, por ejemplo condicionan la elaboración de nuestros juicios; pero lo mejor sería buscar una dimensión propria, personal, diferente de la dimensión preempaquetada en la cual nos proponen vivir. Ahora vivo en Caserta, con un cierto despego. La detesto pero no me voy. Exijo vivir aquí con dignidad.
SA: Cuéntanos como te has acercado al mundo de la escritura. ¿Por qué has empezado?
GM: Soy un lector omnívoro desde siempre, pasar a la escritura ha sido gradual, pero a la vez puedo ubicarlo en un momento exacto de mi vida. Estaba leyendo a Bukowski y pensaba: esto me gustaría haberlo escrito yo. Lo he intentado muchas veces, pero lo único que lograba era la imitación de otros. Luego no sé lo que ha pasado, de repente, en un momento especial de mi vida, se ha puesto en marcha un mecanismo, y los resultados han sido diferentes, no sé si eficaces pero seguro más personales.
SA: ¿Cuáles son los autores que más han influído en tí?
GM: Muchos han influído en mi trabajo, desde la literatura norteamericana a la italiana de Pavese, por ejemplo. No amo mucho la literatura suramericana, puede que sea mi límite, pero no siento mucha afinidad con las historias exóticas.
SA: ¿Cómo nace y toma forma un cuento de Gianluca Merola? ¿Hay unos hábitos, unos lugares, unos “ritos” que se repiten cada vez que empiezas a escribir?
GM: Un cuento, como cualquier otro tipo de producción creativa, nace de la exigencia de comunicar un punto de vista sobre las cosas, del deseo de un enfrentamiento activo. Nada de ritos. Por importante que sea, la escritura sólo es una pequeña parte de mi vida. No tengo un método, si llega el momento justo abro una página nueva y me pongo a escribir.
SA: Muchos de tus cuentos son en primera persona. ¿Cuánto hay del autor en los personajes narrados?
GM: Utilizar la primera persona me ayuda a crear una relación más directa con el lector. Es una elección estilística consciente. Lo que escribo es el fruto de mis experiencias y de mi fantasía: podría decirte que el cincuenta por ciento es fantasía y el otro cincuenta por ciento es realidad, pero no existe una regla. Unos cuentos son totalmente autobiográficos, otros totalmente inventados, depende del momento. En cada caso es siempre un error pensar que la identidad del autor coincida con la de sus personajes.
SA: La incomunicabilidad, la soledad y la alienación son algunos de los temas fundamentales de tus cuentos: desde Antonio e Irene, los protagonistas de Bagnati di luce, hasta Livia y Luca, cada uno de tus personajes vive “su pena de hombre perdido entre los hombres”. Pero cada uno de ellos tiene una ocasión para encontrarse a sí mismo y para encontrar...
GM: Son realidades que conozco o que he conocido, que me están cerca. Hablar de ellas es un manera para quedarme en la realidad de las cosas. Pero, lejos del final feliz, hay también una voluntad de rescate - la que tú has llamado “una ocasión para encontrarse a sí mismo y para encontrar” - que merece ser contada.
SA: La conclusión de Vita di fabbrica es emblemática: «En dos horas comienza el turno en fábrica, el hámster tiene que estar listo, la rueda tiene que girar, nadie la puede parar». ¿Cómo te has acercado a la realidad de la fábrica?
GM: Vengo de allí. Mi padre ha empezado a trabajar como obrero desde niño y ha llevado 40 años trabajando en fábrica. Mi madre ha llevado 25 años trabajando en fábrica. Yo mucho menos: 5 años trabajando en la cadena de montaje han sido suficientes para entender lo que significa la alienación. La cadena de montaje es inhumana, tendría que estar prohibida por ley. Te deshace física y psicológicamente, te aniquila, te afea. El final del cuento del que hablabas, te hace entender lo mínimo que es el drama del individuo, con respecto a un sistema que no se para frente a nada. El tema del trabajo de los obreros es un tema central para mí.
SA: En el cuento titulado Vaniglia, en la antología AA.VV. 365 racconti erotici per un anno (Delos Books) has enfrentado el tema erótico de manera muy cruda...
GM: El cuento no es propiamente erótico, es obsceno, espeluznante, en absoluto fuera de contexto en una antología de cuentos eróticos, pero creo que su fuerza es exactamente eso. Mi propósito era el de crear una tensión erótica para finalmente destruirla, en una sóla palabra. Espero haberlo logrado.
SA: En el cuento Su quattro file di mensole ¿te has inspirado en un terremoto en particular?
GM: El único terremoto que he vivido en primera persona ha sido el de 1980, pero sólo tenía un año, no lo recuerdo. El terremoto sólo es un pretexto, un acontecimiento imprevisible, como la muerte o la enfermedad, que desinflan nuestra propensión a sentirnos inmortales, a hacer proyectos a largo plazo que a menudo te impiden disfrutar de lo que tienes hoy.
SA: ¿Qué piensas de los autores que pagan para publicar sus libros o que utilizan varios sitios de Self Publishing? ¿Piensas que la autopublicación puede ser algo negativo en el curriculum de un principiante, una vez que éste se presenta en una editorial?
GM: No sé si pueda ser considerada una mancha en el curriculum, tendrías que preguntárselo a una editorial; pero seguro es una forma de publicar que no comparto. Si ninguna editorial acepta publicar tu trabajo, eso significa que no es muy bueno. Detesto a los principiantes, de los que soy parte, que adoptan una actitud victimista y echan mierda sobre todo y todos, como si fueran genios incomprendidos. Si no publican tu trabajo, tienes que trabajar más y mejor. Si tu trabajo vale, antes o después, alguien se dará cuenta. Es cierto, el sistema editorial no es infalible: hay novelas rechazadas por una editorial que, en manos de otra editorial, se convierten en novelas de mucho éxito, pero todo se desarrola en el ámbito de las editoriales clásicas, nada a que ver con el “print on demand” o con editoriales de pago.
SA: ¿Cuál es, entre tus lecturas más recientes, la más importante y porqué?
GM: Il fiuto dello squalo de Gianni Solla me ha gustado mucho. Gianni es un escritor buenísimo. Y luego Statti attento da me de Amleto De Silva. Volviendo a lo que decíamos antes, Amleto imprime sus libros por sí mismo, no porque no sería capaz de encontrar alguien que se los publique, sino porque no quiere tener nada que ver con las lógicas editoriales.
SA: Tu primer libro Dio taglia 60 (Ediciones Ad est dell’equatore), una antología de cuentos, está a punto de salir. ¿Serán todos cuentos inéditos?
GM: No, no todos.
SA: ¿Has encontrado dificultades para su publicación?
GM: Ninguna dificultad. Después de unos años he decidido enviar mis cuentos a unas editoriales que pronto me han hecho unas propuestas, entre estas una indecente por una editorial que me pedía una contribución de 1300 euros para la imprenta. Cuando le he dicho que no estaba interesado en la industria editorial de pago, me ha dicho que mejor utilizar la expresión “socorro mútuo”. Es obvio que le he dicho un montón de palabrotas.
SA: ¿Quién es Dio taglia 60?
GM: Dio taglia 60 es muchas cosas: es la primera persona tatuada que he visto en mi vida, un ex preso que estaba de bañista en la piscina comunal a donde yo me iba en verano. Es el título de un cuento y del libro, porque está todo allí: la provincia, los tatuajes, las corrupciones de la política, los recuerdos de mi infancia etc.
SA: La prefación de tu nuevo libro es de Alessandra Amitrano. ¿Nos cuentas de vuestro encuentro?
GM: Alessandra, además que mi escritora preferida, ha sido quien me he ha enseñado el ABC de la escritura y muchas cosas más, cosas de vida, para entendernos. Para mí es un honor que haya escrito ella la prefación a mi libro. Ella dice que soy un coñazo y creo que tiene razón.
Gianluca Merola
“Dio taglia 60 è tante cose: è la prima persona tatuata che abbia mai visto in vita mia, un ex detenuto che faceva il bagnino alla piscina comunale dove andavo in estate. È il titolo di un racconto e del libro, perché lì c’è tutto: la provincia, i tatuaggi, i guasti della politica, i ricordi dell’infanzia…”
SA: Ciao Gianluca! Ti invito a presentarti ai lettori di SuccoAcido.
GM: Poca roba. Ho poco più di trent’anni e non possiedo nient’altro che dischi, cd e libri. Resisto nella provincia di Caserta e cerco di tirare su un bambino.
SA: In merito alla tua scelta di vivere a Caserta, leggo da un estratto di Vomitare Caserta: «Sono rimasto perché le radici non si scelgono, così come non ci si scelgono i genitori. Sono rimasto perché nel ventre della tua terra deformata e fangosa affondano le mie radici: esili, deboli, cianotiche, ma abbastanza profonde da impedirmi di andare altrove». Di che cosa è fatto questo legame?
GM: Quello con Caserta è un rapporto conflittuale in continua evoluzione. Da adolescente avrei barattato Caserta con qualsiasi altro posto del mondo, appena più vivibile. Si trattava di odio allo stato puro. Col tempo, confrontandomi con altre realtà, ho realizzato che il proprio equilibrio dipende solo in parte dal luogo in cui si vive. La gente continua ad ammazzarsi in posti molto più evoluti e civili di quello in cui vivo io. Certo, è innegabile che qui ci siano delle situazioni di degrado particolarmente pesanti e inaccettabili da gestire. Ritornando al pezzo che citi, il parallelo con la famiglia non è casuale: in tutti e due i casi si tratta di mettere in discussione un modello che in qualche modo ti ha formato, di trovare la forza e il coraggio di risolverlo, sovvertirlo e superarlo. In caso contrario il rischio concreto è quello di replicarlo all’infinito. I legami restano comunque, ti condizionano nell’elaborazione dei giudizi, per esempio, ma poi è auspicabile che si cerchi una dimensione propria che vada oltre a quella preconfezionata che ci viene proposta. Ora come ora, vivo Caserta con un certo distacco. La detesto, ma non vado via. Pretendo di vivere qui dignitosamente.
SA: Raccontaci del tuo approccio al mondo della scrittura: perché hai iniziato?
GM: Sono un lettore onnivoro da sempre, il passaggio alla scrittura è stato in parte graduale, in parte localizzabile in un punto preciso della mia esistenza. Leggevo Bukowski e pensavo che quella roba avrei voluto scriverla io, ci ho provato diverse volte nel corso del tempo, ma con risultati che si limitavano allo scimmiottamento. Poi è successo qualcosa, è scattato un meccanismo, in un momento particolare della mia vita, e il tentativo ha avuto un risultato diverso, non dico valido, ma sicuramente più personale.
SA: Quali autori ti hanno maggiormente influenzato?
GM: Mi ha influenzato in un modo o nell’altro davvero tanta roba, tanto la letteratura nordamericana quanto quella nostrana di Pavese, per esempio. Non amo molto quella sudamericana, probabile che sia un mio limite, ma non sento grandi affinità con le storie esotiche.
SA: Da che cosa nasce e come prende forma un racconto di Gianluca Merola? Ritrovi abitudini, spazi, “riti” ogni volta che cominci a scrivere in prosa?
GM: Un racconto, al pari di una qualsiasi altra produzione creativa, nasce dall’esigenza di comunicare un punto di vista sulle cose, dal desiderio di un confronto attivo. Riti, manco a parlarne. Per quanto importante, la scrittura è solo una piccola parte della mia vita. Non ho un metodo da ritualizzare, se è il momento giusto apro una pagina nuova e scrivo.
SA: Molti dei tuoi racconti sono in prima persona: quanto c’è dell’autore nei personaggi narranti?
GM: Utilizzare una narrazione in prima persona aiuta a creare un legame diretto con chi legge, è una scelta stilistica consapevole. Quello che scrivo è frutto delle mie esperienze e della mia fantasia, potrei dirti cinquanta per cento fantasia, cinquanta per cento realtà, ma non esiste una regola. Alcuni miei racconti sono totalmente autobiografici, altri totalmente inventati, dipende dal momento. In ogni caso è sempre un errore voler per forza far coincidere l’autore con i protagonisti delle storie.
SA: L’incomunicabilità, la solitudine e l’alienazione sono alcuni dei temi fondamentali dei tuoi racconti: da Antonio a Irene, dai protagonisti di Bagnati di luce fino a Livia e Luca, ognuno dei tuoi personaggi vive “la sua pena di uomo perduto in mezzo agli uomini”. Ma ciascuno di loro ha anche un’occasione di ritrovarsi e di trovare…
GM: Sono realtà che conosco o che ho conosciuto, che mi sono vicine. Parlarne è un modo per restare nella realtà delle cose. Però, lungi dal lieto fine, c’è anche una volontà di riscatto -quella che tu chiami “occasione di ritrovarsi e di trovare”- che merita di essere raccontata.
SA: La conclusione di Vita di fabbrica è emblematica: «Tra due ore comincia il turno in fabbrica, il criceto deve essere pronto, la ruota deve girare, nessuno la può fermare». Come ti sei accostato alla realtà della fabbrica?
GM: Vengo da lì. Mio padre ha cominciato a lavorare come operaio da bambino e in fabbrica c’è stato per quaranta anni. Mia madre ha lavorato in fabbrica per almeno venticinque anni. Io ci sono stato per poco. Cinque anni sul ciclo continuo mi sono bastati per capire bene cosa significhi alienarsi. Il ciclo continuo è inumano, dovrebbe essere vietato per legge. Ti spacca fisicamente e psicologicamente, ti annulla, ti imbruttisce. Il finale del racconto che citi, serve a dare l’esatta misura di quanto sia minimo il dramma del singolo, rispetto a un sistema che non si ferma davanti a niente. Quello del lavoro operaio è un tema che sento molto.
SA: In Vaniglia, incluso nella raccolta AA.VV. 365 racconti erotici per un anno (Delos Books), hai declinato in maniera molto cruda il tema erotico…
GM: Il racconto non è propriamente erotico, è osceno, raccapricciante, assolutamente fuori contesto in una antologia di racconti erotici, ma credo sia questo il suo punto di forza. L’intento era quello di creare una tensione erotica da distruggere alla fine, in un’unica battuta. Spero di esserci riuscito.
SA: Nel racconto Su quattro file di mensole, hai preso spunto da un terremoto in particolare?
GM: L’unico terremoto che ho vissuto in prima persona, è stato quello dell’Ottanta, ma avevo appena un anno, per cui non ne ho ricordi. Il terremoto è solo un pretesto, un evento imprevedibile come la morte o la malattia che ti fa rivedere la propensione a sentirsi immortali, a fare progetti a lunga scadenza che spesso ti fanno tralasciare la possibilità di godere di quello hai nell’immediato.
SA: Cosa ne pensi degli autori che pubblicano a pagamento o che utilizzano i vari siti di Self Publishing? Ritieni che l’autopubblicazione possa essere una macchia negativa nel curriculum di un esordiente, una volta che questo si presenta ad una casa editrice?
GM: Non so se possa essere considerata una macchia sul curriculum, dovresti chiederlo a un editore, ma di sicuro è un approccio alla pubblicazione che non condivido. Se nessun editore accetta di pubblicare un tuo lavoro è perché non è abbastanza buono. Detesto gli esordienti, di cui faccio parte, che hanno un atteggiamento vittimista e sparano merda su tutto e tutti, atteggiandosi a geni incompresi. Se non ti pubblicano, devi lavorare di più e meglio. Se un lavoro vale, prima o poi qualcuno se ne accorgerà. Certo, il sistema editoriale non è infallibile, romanzi rifiutati da un editore diventano romanzi da classifica nelle mani di un altro, ma si tratta di casi che si risolvono sempre nell’ambito editoriale “classico”, non rivolgendosi al print on demand o a editori che si fanno pagare per pubblicarti.
SA: Tra le tue letture più recenti, qual è stata la più significativa per te e perché?
GM: Mi è piaciuto un sacco Il fiuto dello Squalo di Gianni Solla. Gianni è uno che quando lo leggi ti mangi le mani, tant’è bravo. E Statti attento da me di Amleto De Silva. Vedi, tornando al discorso di prima, Amleto è uno che i libri li stampa da sé, ma non perché non sarebbe in grado di farseli pubblicare ma perché non vuole avere nulla a che fare con le logiche editoriali.
SA: È in uscita il tuo primo libro Dio taglia 60 (Ed. Ad est dell’equatore), una raccolta di racconti. Saranno tutti scritti inediti?
GM: No, non tutti.
SA: Hai incontrato difficoltà nella sua pubblicazione?
GM: Nessuna difficoltà particolare. Dopo un po’ di anni ho deciso di mandare i racconti in visione ad alcuni editori e ho avuto subito delle proposte, di cui una indecente di un editore che chiedeva un contributo per la stampa: 1300 euro. Quando gli ho fatto presente che non mi interessava l’editoria a pagamento, mi ha detto che potevamo anche usare l’espressione “mutuo soccorso”. Ovviamente l’ho preso a maleparole.
SA: Chi è Dio taglia 60?
GM: Dio taglia 60 è tante cose: è la prima persona tatuata che abbia mai visto in vita mia, un ex detenuto che faceva il bagnino alla piscina comunale dove andavo in estate. È il titolo di un racconto e del libro, perché lì c’è tutto: la provincia, i tatuaggi, i guasti della politica, i ricordi dell’infanzia ecc.
SA: La prefazione del tuo nuovo libro è di Alessandra Amitrano. Ci parli del tuo incontro con lei?
GM: Alessandra, oltre a essere la mia scrittrice preferita, è stata quella che mi ha insegnato l’ABC della scrittura e anche tante altre cose, cose di vita, per capirci. Per me è un onore che sia sua la prefazione. Lei dice che sono un cagacazzi e mi sa che ha pure ragione.
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